Un título largo y sugerente, ¿verdad?
Pues hoy les quiero contar cómo estoy de satisfecha después de bajar los kilos de más que cogí en Alemania, estando de Erasmus. ¡¡¡¡¡¡¡¡bieeeennn!!!!!!! Para mi fue un gran logro y la verdad que pensaba que no lo iba a conseguir rápido.
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Antes de marchar, amigos que ya habían estado en Alemania, me comentaron que habían cogido kilos allá, que no me extrañara que yo también los cogiera.
Y así fue, por mi desgracia.
En los 3 primeros meses cogí como 4 kilos, algo impensable e inimaginable para mi, porque yo NUNCA había engordado, aunque lo intentara. Entonces para mi fue un CHOQUE. Luego seguí engordando, como a coger hasta cerca ¡7 kilos!
Es verdad que al llegar allá, empecé a comer un fatal un poco mal: cenas incompletas, comer muchas chucherías, cenas suculentas en casas de amigos, el invierno que hace que quieras comer mucho chocolate... Se juntó todo y yo no me ponía límites, para qué engañarnos.
Hasta que llegó la prueba del guante... los pantalones me empezaron a quedar estrechos, la ropa interior me apretaba, la cara cada vez más redonda... ¿qué me estaba pasando? No podía ser... No tenía báscula en mi piso y creo que fue lo mejor que me pasó con este tema, para no obsesionarme demasiado.
Me sentía mal, muy mal, porque ya no me gustaba a mi misma. Tampoco quería comprar ropa nueva, porque era un gasto más que consideraba innecesario.
A la vuelta de Navidad, me propuse empezar a comer sano y a hacer ejercicio regularmente. Como en Enero tenía exámenes, solo intenté mejorar la alimentación. Además, con el frío que hacía no me apetecía salir a correr. Ya en Febrero me lo empecé a tomar serio, pues mis amigos de allá también había cogido algunos kilos (¡por suerte no era la única!)
Pero... ¿Por qué engordé?
Primeramente, por la bebida nacional alemana: La cerveza. Era imposible no beberla si te gustaba, estaba en cada salida, cena, fiesta... Además, era una bebida muy barata. Por lo que, blanco y en botella. En segundo lugar, la comida del Mensa (cafetería universitaria) era muy barata, pero a la vez muy grasienta y escasamente mediterránea: todo se cocinaba con mantequilla, empanados, puré de papas de sobre y lo más importante... ¡a todo le echan salsa! Y en tercer lugar, allí empecé a comer rápido, lo por que ingería más cantidad.
Primeramente, por la bebida nacional alemana: La cerveza. Era imposible no beberla si te gustaba, estaba en cada salida, cena, fiesta... Además, era una bebida muy barata. Por lo que, blanco y en botella. En segundo lugar, la comida del Mensa (cafetería universitaria) era muy barata, pero a la vez muy grasienta y escasamente mediterránea: todo se cocinaba con mantequilla, empanados, puré de papas de sobre y lo más importante... ¡a todo le echan salsa! Y en tercer lugar, allí empecé a comer rápido, lo por que ingería más cantidad.
Esto tenía que cambiar... Me empecé a interesar por la nutrición, la vida healthy, a comprar y comer productos sanos. Investigaba en Internet y preguntaba a mi padre, que sabe mucho de esto. Mi nevera se llenó de buenos alimentos. También me apunté al gimnasio por PRIMERA VEZ. Sí, nunca había estado en uno, yo soy más de clases dinámicas con monitor, porque si no me aburro. Sin embargo, mis amigos se apuntaron al él y no me quedó más remedio que hacerlo yo también.
¿Y qué pasó? Que no lo logré. Lo que cuidaba en casa, lo descuidaba cuando salía o en viajes. Allá no tenía rutina, por lo que todos los esfuerzos por la buena alimentación se fueron al traste.
Desayunaba leche desnatada con copos de avena, aguacate, me hacía batidos naturales de fruta, comía frutos secos como snacks, compré mucha fruta y verdura, empecé a comprar salmón congelado, a beber agua entre comidas en vez de refrescos, cocinar al vapor... Y vale, puede que lo haya hecho bien, pero al llegar el fin de semana.... ¡adiós vida sana!
No paraba de comerme la cabeza y rallarme por estar así y me sentía culpable de mi aspecto. Es más, pensaba que me iba a costar bajar estos kilos de más. Hablaba con mis padres y amigos del tema, y todos me animaban.
Hasta que un día, decidí parar de comerme el tarro y pensé: Cuando esté otra vez en España, haré vida sana, porque aquí es imposible. Y así lo hice. Seguía cuidándome entre líneas y ya no me martillaba la cabeza con este tema.
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