like a snail

Porque algunas veces, muy pocas, pero sí como para contarlas, apetece encogerte como un caracol. Da igual si quieres ser marino, dulceacuícola o terrestre, lo que cuenta ahora es el interior. Esconder las antenitas, dejar de avanzar y descansar en esa concha en forma de espiral, quedándote así más absorta en tus pensamientos.

No queda más remedio que recostarse entre la diminuta caseta, vagar o divagar por pensamientos absurdos, abstractos, sin sentido, o entre idea e idea descubrir el sentido al sin sentido. Ese estado de tiempo que te gustaría ser pequeñita, diminuta, así como si nadie te viera, casi invisible, queriendo convertirse en una hormiguita, que nadie se percate de tu presencia ni de tu ausencia. Cuando llegas a alcanzar el clímax entre el mundo y tú y tú y el mundo, no hay nada más que decir. Mente off, apagada o fuera de cobertura. Sobran palabras, sobran ideas, sobras universo, faltas tú. 

Solo queda estirar la mandíbula, por el lado izquierdo y derecho; cerrar los ojos suavemente, sin miedo a quedarte ciego por siempre; coger aire profundamente, absorbiéndolo como si no hubiera un mañana; estirar los brazos de lado a lado, como queriendo hacer un ángel en la nieve helada;  extendiendo además las piernas, similar a la postura del hombre de jengibre de Shrek. Y por supuesto, llevando unas prendas de abrigo encima, el frío no se apiada de nadie y menos en este entumecido otoño. 

Todos sabéis la situación que os describo y lo placentera que puede llegar a ser. Todos, en algún instante de nuestra vida, hemos querido estar así aunque sea una milésima de segundo. Por muy reducido que sea el tiempo, lo deseamos, ansiamos y suspiramos con todas nuestras fuerzas cuando lo logramos. Por lo que es hora de decir:  

One thing I can tell you is you got to be free